Modulo III
Arte Rupestre y Totemismo
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Piedra de la fertilidad, mcpio. Puerto Cabello, edo. Carabobo. Surcos resaltados con tierra localizada en la misma roca. Foto: Gustavo Pérez |
una propuesta de aproximación interpretativa de los petroglifos venezolanos Leonardo Páez
Ana Marulanda Ríos
Sociedad para el Estudio de las Manifestaciones Rupestres de Venezuela
En esta lectura esencial, se ha resumido la propuesta que acerca la posibilidad de la interpretación de algunas manifestaciones rupestres, donde se tomo en cuenta el sistema de creencias presentes en el totemismo y se siguió las referencias de algunos investigadores, que se han arriesgado a mezclar la intuición con la inducción y lo han planteado, sobre la base de ciencias como: la etnografía, arqueología, religión, mitología, cosmogonía, entre otras y se pide ahondar los estudios en los sitios donde se conserva aún la tradición mágica-mítica ancestral, para permitir recopilar más datos e informaciones que ayuden a comprender racionalmente en la actualidad la iconografía rupestre, ya que según los rituales, las danzas, bailes, música y demás expresiones guardan relación con las actividades de la existencia como la caza, pesca, siembra, recolección, rituales de iniciación, nacimientos, muertes, guerras, enfermedades o aptitudes frente a los fenómenos naturales, que hacen necesario la protección del grupo, determinado por un animal, planta, cosa inanimada o cuerpo celeste, que podía agrupar su energía a favor del grupo social, el cual se identificaba con esta figura, representando su antepasado común e incitando los sentimientos de seguridad, solidaridad y pertenencia grupal, siendo lo que se ha convenido en llamar el tótem, definido como el antepasado del clan, el espíritu protector de los hijos por nacer y su bienhechor.
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Petroglifo de la avícola Roqué |
Aquellos que poseen un mismo tótem están obligados a respetar su vida, abstenerse de comer su carne -cuando son animales- o aprovecharse de él, además de mantener relaciones sexuales con los individuos de sexo contrario integrantes del clan.
Según los primeros trabajos sobre totemismo se remontan al siglo XIX, y fue el halo de misticismo que envolvía en apariencia al tótem, lo que cautivó a los pioneros antropólogos, pero el tema cayó en el olvido para la segunda década del pasado siglo, desapareciendo casi por completo de los estudios antropológicos en los años treinta y cuarenta. Fue Lévi-Strauss, el conspicuo antropólogo de la corriente estructuralista, quien lo retoma en la décadas de los sesenta y centra la atención en la lógica oculta que opera en el totemismo, definiéndolo como un lenguaje simbólico cuya finalidad es clasificar a los grupos sociales. En este sentido, el arte rupestre se revela en su uso como instrumento de potenciación de los sentimientos de seguridad, solidaridad y pertenencia grupal (Cardozo, Op. Cit.), siendo admisible a la luz de estos planteamientos la interpretación de algunos grafos, como personificaciones totémicas de los grupos clánicos. “El análisis por lo general ha identificado dos repertorios simbólicos particulares, uno vinculado a “modelos arquetípicos que lograron su dispersión a través de las travesías migratorias que protagonizaron los colectivos étnicos, transmitiéndose y reproduciéndose de generación en generación” (Páez, 2010), y otro relacionado con la “construcción de un simbolismo local asociado directamente a un grupo y/o a una época específica” (Ibíd.). En el primero de este repertorio se inscriben los diseños que evocan escenas de alumbramiento, estado de gravidez o menstruación, o simplemente representaciones humanas en donde se prestó especial interés en graficar su condición de feminidad. Estas grafías en muchos casos se encuentran acompañadas, formando un único diseño o contiguas en el soporte rocoso, de figuras que bien podrían asociarse a personificaciones totémicas… Ya en el siglo XIX, el venezolano Gaspar Marcano hacía referencia sobre la posibilidad de determinar las rutas migratorias de un grupo o el paso de individuos por parajes alejados de su sitio de habitación a través de los grabados rupestres, en función de su identificación a un tótem, según éste un elemento importante en su significancia, enmarcado dentro de las prácticas religiosas ([1889] 1971)”.
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Representación del clan de las pléyades entre los curripaco. Fuente: Rocas y petroglifos del Guainía |
Han constatado en algunas comunidades indígenas, la costumbre de escribir sus tótems sobre algunas piedras, un ejemplo que se da en el arte rupestre venezolano es la observada en el clan Waliperi (pléyades) motivo astronómico que consiste en un triángulo de puntos con una línea que nace en uno de los vértices, también se encuentra representado como un conjunto de puntos encerrado en un círculo, siendo emblema entre los kurripako, de la franja fronteriza de Brasil, Colombia y Venezuela. La misma representación triangular, con ciertas variantes, la han registrado en varios yacimientos de la región centro-norte venezolana, reforzando la pretensión de la autoría de algunas manifestaciones rupestres a grupos arawak. Las diferencias de acuerdo a lo planteado no la desvinculan de la grafía originaria, la forma de obtención del motivo triangular fue socavando totalmente la roca y la línea que parte de uno de los vértices del triángulo, siempre se dirige o señala al suelo, varía en su extensión, incluso algunos de más de un metro de longitud, como en el caso de la “Piedra de la luna”, ubicada en la cuenca de la quebrada Cepe, en el municipio Mariño del estado Aragua. Otro ejemplo que apunta en esa dirección es la existencia de una roca grabada localizada en la Alta Guajira colombo-venezolana, contentiva de los símbolos de los grupos clánicos de los wayuu (Mujica, 2007). Asimismo los estudios de Díaz (1999), sobre la nación Warekena, etnia de filiación lingüística arawak habitantes del río Guainía, límites Colombia-Venezuela, menciona la existencia de animales totémicos personificados en los petroglifos, identificados a su vez con elementos asteromorfos.
Al momento de la iniciación, cada miembro de la etnia se identifica con el animal llamado imákanasi y que corresponde con su linaje; el pez caribe, el pez loro, con el báquiro. Al igual los imákanasi se identifican con la astronomía, por ejemplo, el imákanasi garza tiene que ver con la constelación que se observa en el cielo cuando comienza a declinar la estación seca. Cuando aparece en el cielo la constelación de garza, es el indicativo para ellos de que ha llegado el momento de cazar y comer a las garzas, no siendo necesarios ya adentrarse en la selva a buscar comida (Díaz, 1999) Todos los apellidos de la gente, todos esos animales, los imákanasi, se hayan representados en los petroglifos. Para finalizar, es así, como se ha planteado en esta lectura esencial, la posibilidad de ensayar propuestas de la significancia de las manifestaciones rupestres como inscripción gráfica del imaginario totémico.
Dentro del ideario aborigen, se imaginaba que un determinado animal, planta, cosa inanimada o cuerpo celeste, podía agrupar su energía a favor del grupo social, el cual se identificaba con esta figura, representando su antepasado común: todos sus miembros -muertos y vivos- eran hijos de ella, de allí provenían y le encomendaban su protección (Cardozo, [1986] 1987). Esta concepción, dirigida a incitar los sentimientos de seguridad, solidaridad y pertenencia grupal es lo que se ha convenido en llamar el tótem, definido como el antepasado del clan, el espíritu protector de los hijos por nacer y su bienhechor. Aquellos que poseen un mismo tótem están obligados a respetar su vida, abstenerse de comer su carne -cuando son animales- o aprovecharse de él. Los vínculos y relaciones familiares estaban integrados y coordinados con la concepción totémica (Ídem).